jueves, 1 de abril de 2010

Editorial Es Pont 214

La muerte no es el final. Alégrate, ha resucitado.

De todos es sabido que la forma en la que los primeros cristianos eran reconocidos, era por dibujar un símbolo, el pez. Hoy día, el símbolo por el que la mayoría de la gente representa al cristiano es precisamente una cruz, lugar donde encontró la muerte el hijo de Dios. El motivo de que las primeras comunidades cristianas omitieran la cruz como referencia, era debido a que no podían identificarse con un símbolo que significase la muerte del hijo de Dios.

Pero nos hemos quedado con la cruz, en cualquiera de sus variantes, incluidas algunas con marca (debido a la inscripción INRI, abreviatura de IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM, la cual se traduce como: "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos".), pero es el propio Jesús, camino de Emaús, el que nos recuerda lo que ya había ido predicando por la tierra de Israel, la resurrección después de la muerte y les incita a sus discípulos a no tener miedo, a revestirse del Espíritu Santo para construir el reino de los cielos en la tierra.

Tras la muerte de Jesús, quedan atrás los días de explicar a la gente mediante parábolas, la construcción de un nuevo mundo. Ahora, solos, sin el maestro toca ponerse manos a la obra y recordar todas sus enseñanzas y ponerlas en práctica.

Una vida nueva empieza tras la muerte de Jesús, tenemos que ponernos en marcha, sin miedo, porque como los discípulos nos tenemos que sentir acompañados por Dios.

Alégrate, Cristo ha resucitado. Resucita tú también con él

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