Todavía siguen montados los belenes en nuestras casas, algunos, los más sencillos, solo con el nacimiento, otros más opulentos con toda la corte celestial; los reyes magos cargados de regalos, con sus pajes; pastores con sus rebaños que van a dorar al niño; incluso con figuritas representativas de la vida popular, animales, figuras con movimiento; “caganers” varios y los juguetes de los niños que tampoco pueden faltar a la cita.
Quiero que dirijáis vuestra mirada al nacimiento y os centréis en una figura que está ahí, hierática, absorta y olvidada, ya que su presencia pasa inadvertida (y su función). Si, me refiero a San José, ese hombre bueno que le tocó un papel no sé si de artista invitado que ha sido olvidado y apaleado. Un papel que en esta historia cumplió con sobriedad y buen hacer.
Y este papel, ya me gustaría ver cuanta gente es capaz de representarlo liberándose de los prejuicios, de qué dirán y tomar como tuyo a una mujer, madre soltera de un hijo que no es tuyo.
Vale, se le apareció en sueños un ángel y se lo dijo, pero el compromiso y la respuesta fueron suyos.
Además de la confianza en Dios y la fidelidad demostrada, hay que añadir la capacidad de acoger y amar.
Yo estoy seguro que amó a Jesús y a María, a los que supo acoger en unos momentos difíciles, que los acompañó, les dio protección y calor humano cuando lo precisaban.
José, el carpintero, el hombre, nos dio una sencilla lección: acoger en su corazón a los más necesitados.
Que este espíritu de acogida se haga presente en nuestras vidas durante este año.
Es fameliar