miércoles, 30 de julio de 2008

Pepe Gotera y Otilio

Como en el anuncio aquel de la cocaloca, los que tenemos cierta edad (qué mal suena eso señor), reconocemos a estos personajes de D. Francisco Ibáñez, y de su torpeza.
Este artículo viene a razón de lo que vi el otro día en una obra:
Nos juntamos allí electricistas, los del aire acondicionado, carpinteros, fontaneros, picapedreros, cocineros, camareros, hasta que al final aparecen los hombres de una reputación intachable: gente de mal vivir y peor comer (los informáticos).
A los informáticos nos gusta entrar cuando todo el trabajo sucio ya está acabado, necesitamos que la zona de trabajo sea higiénicamente perfecta: sin polvos ni lodos, para poder después remugar, que si los chispas se han dejado el trabajo a medio hacer, que nos faltan puntos de luz, dónde han ido a parar los puntos de red que nos prometieron, que esto no funciona, poco más o menos.
Donde los informáticos no podemos acceder es a una zona de caos, tipo esta casa es una ruina o maniobras militares.
Lo que vi me dejó patidifuso, cada cual trabajaba a su royo, planchas mal colocadas, elementos que no estaban donde debian situarse, y no digamos lo que más me indignó: que no tuvieran ni tan siquiera respeto para el resto de personas que convivían con ellos ni para ellos mismos. Ejemplo, están construyendo una escalera en la que instalan el pasamanos, y las herramientas tiradas en medio de los escalones, un mal paso y el operario se iba sin remedio al suelo.
Si los trabajadores no somos capaces de velar por nuestra seguridad, no lo va a hacer nadie. No hay suficientes inspectores de trabajo en las obras.
De buena gana me hubiera gustado ser un inspector y empezar a pegar gritos y sancionar al a gente.
Si nos hay más accidentes laborales es porque Dios o un "ente laico" no quiere.

No hay comentarios: