domingo, 5 de julio de 2009

Editorial Es Pont nº 206

Es evidente, que en los tiempos en los que vivimos, se hace difícil encontrar en nuestras vidas la figura de Jesús. Muchas veces nos dejamos arrastrar por esa vorágine de la sociedad, tan absorta en sus “tradiciones”, y muchas veces no somos capaces de ver que hemos caído en esa trampa, que hemos desplazado de nuestra vida a Dios.

Nada tiene que extrañarnos, incluso el primer milagro oficial de Jesús, se dio en un banquete de una boda. Tal vez, lo que sí ha cambiado ha sido el significado que tenía ese banquete.
Nos recordaba San Pablo, en su carta a los Corintios, que había que volver al significado del banquete celebrado junto a sus discípulos/amigos por Jesús, dejando de lado la opulencia, la distinción de clases y compartir con el hermano, la mesa y la Palabra de Dios.

Ahora con el buen tiempo, pródigo en primeras comuniones y bodas, tendríamos que hacer un acto de reflexión y comprobar si evidentemente estamos llevando a cabo aquella tarea que nos encomendó Jesús camino de Emaús, compartir con todos la alegría del Cristo resucitado y un estilo de vida liberador.

Estoy seguro, que por desgracia la respuesta será negativa, nos hemos abandonado en muchos aspectos de nuestra vida, y no sabemos vivir ni transmitir aquello que recibimos de Él.

No recuerdo quién me lo comentó o dónde lo leí, que sería interesante, que al igual que se celebran bodas civiles, los chavales celebrasen una primera comunión civil.
Lejos de quedarme perplejo, asentí. De qué sirve celebrar una Eucaristía, si o más importante no es Dios, sino el lugar del banquete. Dónde queda la labor de los catequistas, si luego no se ve refrendada por una vivencia en sus casas, de ese estilo de vida, si los padres rehuyen el compartir lo que han aprendido sus hijos.

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