Después de varias modificaciones, finalmente nos decantamos por la tercera versión para el pregón pascual.
El cielo se tiñó de negro, las tinieblas se adueñaron del mundo y la tristeza y desesperación se aposentaron sobre los discípulos del Nazareno.
Sus deseos e ilusiones de libertad se quedaron truncados por la muerte en la Cruz de su maestro. Ahora, nos encontramos envueltos en otras tinieblas, la desesperación hace mella en el hombre; las injusticias sociales oprimen nuestros corazones.
Hermanos, en medio de la oscuridad de la noche, irrumpe el fulgor del Cirio Pascual, he de daros un mensaje: ¡Cristo Rey ha resucitado!
Recientemente vimos como el Hijo de Dios, abandonaba su condición divina, se humillaba y se ponía al servicio del resto de la comunidad. Ese mensaje de que nos despojemos de nuestros egos y que nos entreguemos al servicio de aquellos que nos necesitan, con el mismo amor que Jesús iba predicando: el Amor al prójimo sin juzgarlo, solo amor.
En estos momentos, seamos como aquellas primeras comunidades de discípulos de Jesús, y vivamos intensamente y con alegría el mensaje de amor. Mantengamos encendidos en nuestros corazones, la llama libertadora del Espíritu Santo que ha encendido en nosotros Jesús resucitado y compartámosla con los demás.
Que la luz de cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y nuestro espíritu.
¡Jesús ha resucitado!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
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