viernes, 10 de abril de 2009

pregón pascual Corpus Christi 2009

El cielo se tiñó de negro aquella tarde, las tinieblas se adueñaron del mundo y la tristeza se aposentó sobre los discípulos del Nazareno.

El miedo, la tristeza, la desesperación habitaban en ellos. Sus deseos e ilusiones de libertad se quedaron truncados por la muerte en la Cruz de su maestro, al que seguían pero que no llegaron a comprender la esencia del mensaje que éste les transmitía.

Durante el periodo de tres años que Jesús fue instruyendo a sus discípulos, muchas veces les enviaba a distintas poblaciones para que como él, fueran dando a conocer su doctrina. Lo malo es que lo pobres discípulos se quedaron en unos meros espectadores, durante el tiempo que el maestro anduvo con ellos, no fueron capaces de vivir, de hacer suyas las enseñanzas. Por eso, cuando llegó la hora de la verdad, se refugiaron en sus casas, no comprendieron el mensaje.

Ahora, nos encontramos envueltos en otras tiniebla, la desesperación hace mella en el hombre; las injusticias sociales oprimen nuestros corazones.

Recientemente vimos como el Hijo de Dios, abandona su condición divina, se humilla y se pone al servicio del resto de la comunidad. Ese mensaje de que nos despojemos de nuestros egos y que nos entreguemos al servicio de aquellos que nos necesitan, con el mismo amor que Jesús iba predicando: el Amor al prójimo sin juzgarlo, solo amor.

Hermanos, en esta noche, que simboliza las tinieblas en nuestras vidas, he de daros un mensaje: ¡Cristo Rey ha resucitado!

En estos momentos, seamos como aquellas primeras comunidades de discípulos de Jesús, y vivamos intensamente y con alegría el mensaje de amor. Mantengamos encendidos en nuestros corazones, la llama libertadora del Espíritu Santo que ha encendido en nosotros Jesús resucitado y compartámosla con los demás.

¡Jesús ha resucitado!

¡Aleluya, aleluya, aleluya!

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