jueves, 18 de diciembre de 2008

Editorial Es Pont 201

Me comentó un amiga, que por estas fechas, estamos celebrando una fiesta de cumpleaños, una fiesta en la que hay luces de colores en las calles, la gente se envía postales con buenos deseos, los comercios nos inundan de ofertas y nos invitan a consumir, nos reunimos todos entorno a la mesa,…, pero si nos paramos un minuto, nos damos cuenta que a esta fiesta no hemos invitado a aquel que cumple años.

¿Y qué celebramos?, la venida al mundo del hijo de Dios. Si repasamos las Escrituras, comprobamos que a pesar de que Dios se pone en contacto con el hombre, basta recordar la zarza ardiendo en el episodio de Moisés, es ahora cuando nos da un auténtico regalo: su hijo.

Y es que Dios es vida, y qué mejor manera de ponerse en contacto con el hombre tiene Dios, que la de hacerse hombre. Nace de la esperanza, del amor, de la fe y de la paz.

Hay similitudes de este nacimiento con lo que nos podemos encontrar hoy día, situaciones que provienen del contexto donde se producen: María, que teme ser repudiada por su esposo y por quienes la rodean, es un claro ejemplo de ese compromiso que nos pide Dios, confía en Él a pesar de las consecuencias que pueda tener. José, figura a menudo ensombrecida, es un claro ejemplo de amor confiado. Ambos se ven llenados por la paz que les infunde Dios, para traer la esperanza a un mundo necesitado de cambiar su situación de angustia.

La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

Eso es exactamente lo que a día de hoy nos sigue pidiendo Dios, amor confiado, compromiso, para llevar a nuestro mundo un mensaje de paz y esperanza.

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