sábado, 11 de agosto de 2018

De cómo Tomeu se convirtió en Tomeu

Hace tiempo que le quería dedicar este pequeño homenaje a mi gato Tomeu .
La vida da muchas vueltas dicen, y no se equivocan. La primera vez que apareció Tomeu en mi vida fue a la entrada del mercado dominical de Santa María, con lo que era un moix santamarier, donde una pareja de alemanes regalaban unos cachorros, junto con un bote de comida y una bolsa de piedras. Mi madre lo escogió diciendo "éste que tiene pinta de espabilado". La razón de "cogerlo' fue que el gato de mi tía estaba más para el otro barrio..., pero pasó lo que me imaginaba cuando bajábamos a Palma, que acabaría en nuestra casa. Dicho y hecho.
Con el gato en casa, sabiendo que era macho, había que ponerle un nombre y a poder ser que no fuera la típica cursilada que le pone la gente a sus mascotas. Entonces, entre mi hermano, su novia y un servidor decidimos escribir unos nombres en un papelito, hacer una bola con él y que el gato escogiera.
Tuvo a bien el señor gato, quedarse con la bola en la cual yo había escrito lo que al final sería su nombre. Es una pena que no recuerde los nombres que escribieron mi hermano y mi cuñada.
Al fin ya teníamos un gato que se llamaba Tomeu, es moix Tomeu (y como en el chiste, mallorquín y católico).
Tomeu entró en mi vida el año 2000, y aparte de la anécdota de cómo llegó a ella, relataré un par más.
Estábamos todos en nuestras cosas, cuando de repente oímos un ¡chof!, y corriendo acudimos al baño, lugar de donde procedía el sonido, y descubrimos que se había caído en la taza del váter, y es que siempre le ha gustado el agua, ya de mayor no podía caerse ya que se había convertido en una especie de botijo, ahora, eso sí, cada día después de desayunar 3 veces puesto que todos le poníamos de comer, se metía en la bañera y maullaba para que le abriéramos el grifo y poder beber a gusto.
Otra de las manías de Tomeu, era que le abriera la puerta de mi armario y si veía que no le hacía caso, ya la abría él y de paso veías volar la ropa que le sobraba para hacerse un hueco dentro del armario.
Aún recuerdo cuando trajimos de castrarlo, el pobre se pasó 2 días que parecía moribundo y mi madre diciendo: "pobrecito, que le hemos hecho", y al tercer día resucitó como si nada hubiera pasado.
A los gatos no les gustan que los manoseen mucho, y por ello cuando venía a despertarnos tenía dos maneras, la primera era ponerse a una distancia prudencial o debajo de la cama y ponerse a maullar a grito pelado "¡Mau, mauuu!", y la otra era coger carrerilla y saltar sobre la cama raudo y veloz.
A pesar de ser un gato rellenito, corría que se las pelaba, derrapaba sobre las baldosas y saltaba sobre la cama hasta parar en la mesita, pero le faltaba pista de aterrizaje y golpeaba la cabeza contra la pared, tan fuerte que hasta avisé a mi tío, que vive pared con pared, que si oía un fuerte golpe, no se preocupara que era el gato.

Dicen que los animales no tienen sentimientos, pero no es verdad. Tomeu ha estado a mi lado cada vez que yo no me encontraba bien, y al final de sus días pude ver cómo lloraba de pena.
Y así, Tomeu, el gato que me ha acompañado los últimos 18 años me dejaba el 25 de mayo.
Descansa en paz Tomeu.

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